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Ya tengo una cuenta de usuarioFormación para el farmacéutico
Es una de las preguntas más frecuentes –la tercera en el caso de AP-, ya que al menos el 80% de la población lo ha sufrido en algún momento de su vida según datos de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), que acaba de publicar su Guía clínica sobre el diagnóstico y tratamiento del vértigo. Su repercusión a nivel personal y laboral es importante, ya que puede causar bajas de larga duración e incluso la incapacidad permanente. Sin embargo, un correcto diagnóstico y el tratamiento farmacológico son eficaces en más del 80% de los casos.
Aunque es difícil definirlo, el mareo se asocia a una falta de estabilidad corporal, mientras que el vértigo implica la falsa sensación de movimiento, ya sea del propio paciente (vértigo interno) o del entorno (vértigo externo). Otro tipo de mareo, científicamente llamado cinetosis, es el que aparece generalmente en viajes en coche, barco o avión, y que puede acompañarse de náuseas y vómitos, con sensación de bostezo y sudoración. La cinetosis prolongada con vómitos puede provocar hipotensión arterial, deshidratación, inanición y depresión, por lo que podría ser una complicación grave en pacientes con otras enfermedades. El mareo cinético empieza a afectar a los niños a partir de los dos años de edad, cuando aumenta la sensibilidad al mareo. A partir de los 12 años tiende a desaparecer, aunque algunos adultos sufren este problema a lo largo de toda su vida. Los ancianos son otro grupo más susceptible al mareo cinético.
El vértigo tiene una frecuencia determinada. Puede deberse a algún desencadenante en concreto (estímulos visuales, ruidos, viajes…), darse un único episodio (a diario, semanalmente…), y pueden desarrollarse desde periodos de tiempo cortos (un día) hasta sufrirlos durante años. Los datos indican que son las mujeres las mayores afectadas por esta patología, y que se incrementa de forma significativa con la edad. También pueden influir tanto los antecedentes médicos del enfermo (factores de riesgo cardiovascular) como los antecedentes familiares de vértigo, importantes en algunas patologías como la enfermedad de Ménière o la migraña vestibular. Asimismo, conviene prestar atención a los fármacos que toma el paciente, ya que el 5 % de los casos se atribuyen a reacciones adversas de los medicamentos. A esto se suma que la brusca retirada de algunos fármacos (inhibidores de la recaptación de serotonina o antidepresivos tricíclicos) puede causar mareo, vértigo o ataxia.
En este punto es vital el consejo farmacéutico. La correcta dosificación y adherencia al tratamiento es importante, así como una revisión exhaustiva de los fármacos que toma habitualmente el paciente por si alguno fuera el inductor del ataque de vértigo.
Se distinguen dos tipos de vértigos:
El vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB) es el más frecuente, se encuadra dentro de los periféricos, y es el que tiene una mejor tasa de curación. Es el que se asocia a tumbarse o girarse en la cama, o a realizar un movimiento brusco con la cabeza. Es más frecuente en mujeres y normalmente aparece en la vida adulta en torno a la sexta década de vida. Otros cuadros frecuentes que producen vértigo periférico, con origen en el oído interno, son:
Según se detalla en la Guía clínica sobre el diagnóstico y tratamiento del vértigo, el abordaje farmacológico en patología vestibular se encauza en tres objetivos:
La Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) ha elaborado unas normas generales para el tratamiento de los cuadros de vértigo que pueden ayudar al farmacéutico en el momento de ofrecer consejo al paciente: